“Me tocó ir por primera vez al baño después de haber dado a luz y cuando me vi al espejo, hubo una mezcla de sensaciones que no supe explicar. Sentía algo de nostalgia y a la vez incertidumbre. ¿Qué me había pasado?, ¿dónde está mi cuerpo?“.
Muy poco hablamos acerca de esto, o lo hablamos de forma genérica. Hay una vergüenza que se esconde en poner sobre la mesa estos temas por considerarlos inapropiados, tabú o simplemente no quedar como “vacías o superficiales“. Justamente la creencia de creernos vacías, hace que no validemos de buenas a primeras la verdadera sensación que se produce en ese momento.
Es muy probable que haya sido por unos segundos, que parecieran ser imperceptibles, y que se ven opacados por el llanto del bebé o la visita de la enfermera (o como haya sido tu forma de parto).
Al pasar los días, sigue esa sensación, cada vez que estamos desnudas y que nos miramos al espejo, nos preguntamos: “¿Y dónde está mi cuerpo?“ Pero nos da muchísimo temor expresarlo, porque siempre vendrá la buena persona con buenas intenciones que te diga: “Pero al menos tienes a tu bebé sano y feliz“, “pero si diste a luz de maravilla“, “pero si el cuerpo es lo de menos“.
Nuevamente, nos sentimos inadecuadas porque no encontramos quien valide esas emociones, que muchas veces no estamos preparadas para validar nosotras mismas: “¿Acaso estoy mal por extrañar a mi cuerpo?, ¿Qué clase de madre soy que estoy extrañando mi cuerpo en vez de estar pensando en cómo dar mejor pecho?“
Muchas mujeres después de dar a luz manifiestan un poco la nostalgia de su pancita, pero creo que más que la pancita, es la etapa ilusoria que atravesamos la mujeres cuando estamos gestando. La gran mayoría tiene el recuerdo cuando eran niñas de lo bonito que es el embarazo, de lo especial que se sentía y ese recuerdo se esfuma cuando ya no lo tenemos. La expectativa.
Entramos en la realidad. No quiero llamarla dura realidad, pero si es real. Tu cuerpo ya no es el mismo, tu mente no lo es y a partir del momento en que trajiste a ese ser humano a este mundo, tu vida ya no es la misma y estás en una etapa y fase de adaptación al cambio. Una fase que puede traerte un duelo: la niña se convirtió en mujer y esa mujer se convirtió en madre. Estás dejando atrás muchas cosas, estás transformándote y eso trae tristezas y melancolia.
Quise hacer este artículo, porque yo me sentí así, y sé que muchas también lo sienten cuando sutilmente preguntan con constancia en redes a celebridades, a las amigas, a las expertas, “¿cuál es la faja post-parto que recomiendas?“ Y al haber aprendido a leer entre líneas, entiendo claramente que lo que están queriendo decir, porque yo he estado ahí, es: “¿cuándo volveré a ser la misma?, ¡tengo miedo por no saber qué viene después!“
Hoy quiero traerte empatía y aliento. Es muy probable que ya no seas la misma, más nunca, pero estás re-naciendo. Un nuevo rol está naciendo y no cualquier rol, uno muy importante para el mundo.
Está bien sentir nostalgia por tu cuerpo, está bien sentirte incómoda con el cambio que acaba de suceder, está bien. Estás bien.
Hemos vivido en una sociedad que huye sentir emociones, en especial las mal llamadas “negativas“ (a mi me gusta llamarlas “emociones mensajeras“), pareciera que sentirse triste no es aceptado. Pero estoy aquí para decirte que sentirte triste por estas cosas no te hacen superficial, te hacen humana. Y te explico porqué. Vienes de una configuración, de un sistema de creencias y de hoy en día además, unas redes sociales y mercadotecnia que tocan el botón de la comparación, de la vergüenza y la de la culpa, haciéndonos cada día más dependientes de esto.
Y con esto no quiero decir que más nunca vas a tener el cuerpo, con esto quiero decir que lo que sientes es válido. Que yo también me sentí así y que eso si existe y que puedes permitirte sentirte así por un tiempo porque la etapa en la que acabas de entrar no es cualquier etapa, no es “CUALQUIERA TIENE HIJOS“. Le hemos quitado el título de “extraordinario“ a un acto que realmente es un milagro.
Aquí te dejo algunas recomendaciones si sientes algo de inseguridad y desconfianza por todo lo que está sucediendo tan rápido y a veces sin manual de instrucciones:
Busca apoyo si así lo necesitas, escríbeme si necesitas asesoría a quién debes dirigirte.
Evita descalificarte a ti misma: “Mira como ella acaba de dar a luz y ya está flaca de vuelta, ¡qué vaga eres que no estás yendo al gym y ya pasó tu cuarentena!“
Evita compararte con otras (es complicado lo sé, yo he estado ahí).
Intenta a tu ritmo, aceptar este cambio, reconocerlo y ofrecerle amor para que no se convierta en una resistencia. Recuerda que lo que resistes, persiste
Busca un grupo abierto y empático de apoyo. Necesitas contención y con esto no quiero decir que busques gente que te aplauda por todo, busca gente que sea empática y que valide lo que estás sintiendo para poder luego encontrar una solución si así lo deseas.
En esta primera etapa en particular, aprovecha y nutre tu mente siguiendo redes sociales que te eleven el ánimo y no te hagan sentir fuera de lugar. Es una etapa importante y muy sensible, no estás siendo “exagerada“ o “delicada“.
Tu cuerpo, tu mente y tu espíritu están en un hermoso proceso de metamorfosis, y quiero recordarte que lo que sientes ¡es válido!, si te paras desde ese lugar, cualquier decisión que tomes te traerá paz y tranquilidad, y esos dos ingredientes son sumamente importantes en esta etapa de tu vida para evitar caer en abrumes, ansiedad o frustraciones.
Te invito a iniciar tu camino hacia el amor propio, la aceptación a través del autoconocimiento. A que priorices tus roles de vida en este momento para que disfrutes cada uno sin estrés, sin abrume, con paz.
Evalúa tus decisiones y toma la que más se acerque a lo que tú necesites. En esta primera etapa se trata de ti y tu pequeño.
¡Estás haciendo un trabajo increíble!
Cuéntame, ¿recuerdas haberte llegado a sentirte así por un momento después de haber dado a luz?
Con amor, Dayana.
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